lunes, abril 28, 2014

Que el verdadero México se ponga de pie

En los años 80 escribí una reseña del libro de Alan Riding, Vecinos Distantes: Un Retrato de los Mexicanos. El libro me sorprendió, como sorprendió a muchos mexicanos de la época. El haber crecido y ser educado en México, nos acostumbraba a las diferencias entre nosotros que a cada minuto de cada día vivíamos. Se requirieron varios extranjeros como Lawrence, Reed, Simpson, Vernon y Riding, entre otros, para señalarnos tales diferencias, “México no es uno sino muchos Méxicos.”

Tres décadas después, en lugar de haberse reducido el número de Méxicos o las brechas entre el México moderno y el tradicional, estas han aumentado.

México continúa coexistiendo con varios Méxicos, desde el civilizado hasta el bárbaro de Turner, desde el productivo hasta el improductivo, desde el formal hasta el informal, desde el legítimo al que vive al margen de la ley, desde el criollo occidental hasta el indio prehispánico, desde el globalizado hasta el autárquico. Los mexicanos vivimos en un mismo territorio en diferentes países.

El problema es que los vasos comunicantes entre los varios Méxicos funcionan cada vez menos y las diferencias entre los muchos Méxicos se hacen cada vez más profundas.

La alternancia, en lugar de haber reducido las diferencias las aumentó al balcanizar el poder presidencial en beneficio de los partidos y los gobernadores, contribuyendo a la inequidad de los muchos Méxicos.

Benjamín Franklin decía, "Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.” Eso es lo que hace la educación, nos da un pasado y raíces comunes y nos abre el horizonte hacia un mismo proyecto de nación.

Haciendo a un lado el chovinismo y la patriotería castrante, México ha carecido de un verdadero proyecto de nación. En efecto, la historia lo comprueba. La realización de un buen proyecto de nación conlleva a un país más homogéneo con menores desigualdades. Esto no ha sucedido en México. Los diferentes Méxicos que vieron los observadores extranjeros durante el siglo XX ahora son más y más variados… y claro, todos los Méxicos son reales y verdaderos.

Un buen proyecto de nación descansa sobre un proyecto de educación universal de calidad. Sin embargo, nuestra práctica educativa desde hace un siglo atrás, el de casi todas las administraciones post revolucionarias ha sido sin excepción la de usar los recursos de la educación para fines políticos, compra de alianzas y otorgar premios a parientes y amistades.

Las cifras en papel sobre el gasto e inversión en educación sugieren cuantiosos recursos que no corresponden, bajo ningún concepto estadístico, a los pobres resultados obtenidos. Las sumas de dinero destinadas a la educación han sido y siguen siendo regularmente desviadas de su objetivo último de lograr mexicanos mejor educados. Probablemente arriba de 66% de los gastos e inversiones en el sector educativo han ido a parar a los bolsillos de líderes, funcionarios y empresarios corruptos.

No haber invertido en la formación de capital humano de buena calidad es la causa última del fracaso de nuestro proyecto de nación. Las diferencias culturales y educativas explican la existencia de economías paralelas, en donde en un extremo se encuentra una economía productiva integrada a la economía global, y en el otro una economía improductiva parte de la economía informal, autárquica, de pobreza extrema e indígena.

Somos un país polarizado sobre una base de corrupción, impunidad e inmoralidad constante. Las principales manifestaciones de una población mal educada han sido el fatalismo, fanatismo religioso y político, el cinismo, la pobreza, la violencia y la desesperación.

La falta de educación impide cerrar las brechas entre los mexicanos. Sin lugar a duda, el peso relativo de las economías informales, autárquica, de subsistencia, negra y otras en la economía total del país es lo que define nuestro grado de subdesarrollo y la baja capacidad para crecer.

El grupo consultor estadounidense McKinsey acaba de publicar su estudio “A tale of two Mexicos: Growth and prosperity in a two-speed economy.” El estudio menciona que la productividad en México ha decrecido en 1.6% al año en promedio desde finales del siglo pasado hasta la fecha. Este resultado es producto del crecimiento del México moderno, aquel integrado a la economía global, que tuvo un crecimiento promedio anual de 5.8%, mientras que el México informal, el autárquico tuvo en promedio una caída de 6.5% al año durante el mismo periodo. Esto explica porque la tasa de crecimiento ha sido tan baja, 2.3% en promedio anual desde 1981 a pesar de tres décadas de acuerdos comerciales y apertura de mercados. Esto explica porque difícilmente vamos a lograr tasas de crecimiento superiores al 3%.

La tragedia para un país que no crece no solamente consiste en un menor número de empleos mejor pagados, sino en un menor índice de bienestar relativo al resto del mundo. Lo que le molesta a la gente no es el número de ricos, sino sentirse pobres.

La única manera comprobada históricamente para reducir las desigualdades y brindar equidad en las oportunidades es una educación de calidad. La educación es la principal puerta para salir de la pobreza.

¿Cómo lograr una educación de calidad para nuestra juventud?

La preocupación de los contreras a todo y contra todo es que la educación tiene que ser solamente pública. Eso es una total y cabal falacia.

Lo que importa no son los maestros, ni los líderes sindicales, ni los burócratas responsables de ejercer el presupuesto de educación, lo importante es precisamente los estudiantes, la juventud del país. Lo que importa son las familias mexicanas que quieren que sus impuestos vayan a preparar mejor a sus hijos.

Esto no se va a poder lograr con maestros que no quieren que se les evalúen, con maestros que quieren heredar sus plazas.

La responsabilidad de la educación de los hijos en los muchos Méxicos debe recaer en los padres. El presupuesto educativo debería de otorgarse a los padres de familia mediante vales educativos. Las escuelas deberían de ser evaluadas anualmente, para que los padres de familia pudieran decidir a qué escuela mandar a sus hijos.

Preferible la democracia familiar al autoritarismo burocrático o al chantaje sindical.

La solución a las inequidades de los muchos Méxicos, es simple y sencilla, pero como sabemos, lo simple y sencillo no funciona en la política mexicana. Cualquier propuesta por buena que sea para los mexicanos, si reduce el poder de los partidos, funcionarios o la discrecionalidad en la asignación del gasto, no será aprobada.

Si Benjamín Franklin estuviera vivo nos diría que nuestro sistema educativo nos ha dado una memoria muy corta.

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