martes, abril 29, 2014

Manos Limpias, políticos tristes

Una de mis responsabilidades en la década de los 90, cuando trabajaba para un organismo internacional, era conseguir ayuda económica para financiar proyectos de investigación en los países emergentes. Tuve la suerte de ir varias veces a Italia, pero en 1993 me llevé una tremenda sorpresa. Parecía que me había acostado a dormir en la Italia de 1991 y me había despertado en 1993 en otro país. La única explicación de esta sorpresa fue la operación anticorrupción lanzada en febrero de 1992 por unos valientes jueces de Milán, llamada Manos Limpias, la cual pasó como una tromba alterando la geografía política del país, dejando en ruinas a los partidos de coalición que habían gobernado durante las previas dos décadas.

El huracán Manos Limpias llevó a dimitir a líderes y gobernantes hasta entonces intocables. El todopoderoso Giulio Andreotti, siete veces primer ministro democristiano, se retiró de la vida pública para dedicarse al periodismo y tuvo que aclarar sus nexos con la Cosa Nostra. Asimismo, fueron señalados el democristiano Ciriaco De Mita, ex secretario general y ex primer ministro; su sucesor en el liderazgo, Arnaldo Forlani; y varios ex ministros de justicia, de sanidad, del interior, del presupuesto, etc. Decenas de empresarios fueron encarcelados y la cuarta parte de los 956 diputados y senadores fueron implicados en algún acto de corrupción.

Mi sobrina Ivonne me mencionaba que “…los ciudadanos de hoy en día no respetan los reglamentos, contaminan, agreden y corrompen cuándo les conviene. La sociedad debe hacer un acto de conciencia y decidir cambiar, de lo contrario, todo continuará igual.”

Yo le contesté que estaba de acuerdo, que el combate a la corrupción dependía de todos nosotros, pero que por algún lado se tenía que empezar.

En Italia empezaron con el programa anticorrupción “Manos Limpias” basado en ese valiente grupo de investigadores y jueces. Su éxito llevó a una disminución drástica en el nivel de corrupción en uno de los países más corruptos de la época. Manos Limpias terminó con el dicho generalmente aceptado de los italianos de "todos roban”.

La pregunta obligada, querido lector, es ¿podríamos hacer algo parecido aquí en México?

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