sábado, julio 29, 2017

Despacito: violencia, coeficientes intelectuales de nuestros presidentes y redes sociales en México

Ante los abundantes señalamientos de varios observadores de la pésima preparación de la Procuraduría del caso contra el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, el Secretario de Gobernación Osorio Chong pidió a los mexicanos tenerle fe a la PGR para darle un buen seguimiento al caso. El grado de desconfianza popular sobre las instituciones es tal que los representantes del gobierno nos piden confiar casi de manera religiosa en sus habilidades profesionales, parecieran pensar que “si no nos convencen con los hechos, nos van a conmover con la fe.”

Esta declaración se debe a la creciente debilidad de las instituciones producto, no sólo de la creciente inseguridad y de la mala gestión de los gobernantes emanados de los partidos tradicionales, sino principalmente a las percepciones de que (1) el país se sigue manejando de acuerdo a los intereses de los partidos más que al interés de la nación, y (2) las cosas van de mal en peor. Los datos sobre inseguridad validan esta percepción popular, los índices de violencia son de los más altos de la historia; en el 2016 se registraron 23,953 homicidios, siendo la cifra más alta desde 2011 durante la batalla frontal contra los narco criminales cuando se alcanzó la cifra récord de 27,199 homicidios. En medio de estas enormes cifras, solamente hubo un poco más de 4,000 condenas por este delito (INEGI), manifestando el síndrome de la impunidad rampante.

La violencia lacera más a la sociedad cuando es acompañada por una impunidad casi total, impunidad evidenciada por (1) personajes priistas de la política como Javier Duarte, Cesar Duarte, Borge y Moreira; (2) el crimen organizado como los enfrentamientos y narco bloqueos en Tláhuac en la Ciudad de México sugiriendo vínculos estrechos con las autoridades de Morena en dicha delegación; (3) los amigos y familiares de políticos y autoridades como esposas, hermanos, cuñados, suegros… La historia de la impunidad en México es larga y profunda revelando las grandes dificultades para enfrentarla por el temor a las represalias, compromisos con los partidos políticos y a que muchas autoridades tienen miedo de que les pisen la cola. El problema es que la impunidad retroalimenta a la corrupción y, frecuentemente, conduce a la intimidación y violencia, como muestran los ataques y asesinatos a periodistas. Finalmente llegamos, como casi siempre lo hacemos cuando hablamos de impunidad, al cáncer de nuestra historia como país, a la corrupción.

Los indicadores informan que los mexicanos sienten que la corrupción va en aumento; México cayó del lugar 78 al 93 de 128 países en cuanto a la percepción de corrupción. Es cierto, la corrupción siempre ha existido y probablemente nunca desaparecerá totalmente, pero es posible manejarla y mantenerla en bajos niveles; pero, para lograr esto, como bien apunta mi amigo Carlos Pérez en su columna del fin de semana (Pulso diario de San Luis, 29/VII) se requiere de buenos líderes que se rodeen de colaboradores capaces y efectivos, tal y como fue el caso de la exitosa transición española de 1975 a 78 con el rey Juan Carlos, logrando “reformar desde dentro lo que parecía irreformable” (A. Pérez Reverte, XL Semanal, 23/VII).

No solamente se requiere que nuestros gobernantes tengan los necesarios valores éticos y morales, también se necesita capacidad intelectual para lograr el combate exitoso de la corrupción, violencia e impunidad. La curiosidad nos lleva a preguntar ¿qué tan capaces han sido nuestros presidentes? Desgraciadamente, por motivos obvios, no son públicos los coeficientes intelectuales (CIs) de nuestros presidentes… Pero, no todo está perdido, a través del análisis grafológico se puede tener una buena aproximación al CI de nuestros últimos cinco presidentes y del candidato presidencial perenne, Andrés Manuel López Obrador. A continuación les presento el resultado de los análisis de una de las mejores grafólogas de México, cuyo nombre omito, pero que los que me conocen saben de quién estoy hablando, grafóloga quien frecuentemente nos recuerda: “si no es lógico no es grafológico.”

Antes de pasar revista a nuestros presidentes, conviene aclarar lo que significa el coeficiente intelectual. El CI es un parámetro que sirve para informar sobre el nivel de inteligencia de las personas. De acuerdo con el CEDAT (Centro de Atención al Talento), México tiene en promedio 87 puntos, por debajo del promedio mundial de 100, mientras que China resulta ser el país con gente más inteligente con una puntuación de 107.

Empecemos con Carlos Salinas quien alcanzó el más alto coeficiente intelectual de 148 puntos; del lado positivo, Salinas es una persona meticulosa, eficiente, productiva, con buena disposición al servicio público, alto liderazgo y mediana creatividad. Del lado negativo, el expresidente sufre de un fuerte complejo de inferioridad, es vengativo e inflexible (no perdona), prefiere su bienestar personal al social y miente cuando así juzga conveniente.

Ernesto Zedillo también es brillante con un CI de 139, manifestando del lado positivo ser una persona efectiva (trabajando diez horas y generando resultados de siete horas), preparada (manteniéndose al corriente de la literatura académica), con mediana actitud al servicio público (es introvertido y no se siente cómodo con la gente), de mediano liderazgo y baja creatividad (más que creador de ideas es repetidor de las buenas ideas). Del lado negativo, se puede destacar su intolerancia, siendo una persona pasiva-agresiva con poco carisma.

Vicente Fox tiene un coeficiente intelectual de 132 puntos, siendo intuitivo, de mediana efectividad (que compensa sus carencias con buenos asesores y colaboradores), tiene la suficiente confianza de delegar decisiones, con buena actitud de servidor público (es extrovertido natural), con dotes de líder y alta creatividad (sobre todo es rápido en sus respuestas y en el manejo del lenguaje). Del lado negativo, tiene una preparación limitada, puede ser muy terco, costando trabajo hacerlo entrar en razón, a veces prefiere caerle bien a las personas diciéndoles lo que quieren escuchar, más que decirles lo difícil aun cuando sea lo correcto.

Felipe Calderón tiene un CI de 136, siendo una persona directa, efectiva (trabajando ocho horas y dando resultados como de seis horas), preparada, racional, con mediana actitud de servidor público, de mediano liderazgo y creatividad. Sus aspectos negativos son su intransigencia (es muy duro), le cuesta trabajo cambiar de idea y tiene una personalidad adictiva.

Nuestro actual Presidente, Enrique Peña Nieto, tiene un coeficiente de 119 puntos siendo, del lado positivo, perceptivo e intuitivo, de mediana efectividad (generando resultados de cinco horas para las siete que trabaja), de baja preparación (lo cual compensa delegando decisiones y responsabilidades en sus principales colaboradores), con mediana actitud de servicio público (habla bien diciendo lo que intuye la gente quiere, pero su forma y comportamiento lo alejan del pueblo). Del lado negativo, EPN carece de iniciativa y creatividad, su baja preparación lo debilita para tomar las decisiones difíciles pero necesarias, es resentido y difícilmente perdona los agravios reales o imaginarios.

Finalmente nuestro candidato presidencial eterno, Andrés Manuel López Obrador, quien a pesar de tener el coeficiente intelectual más bajo de 113 sigue siendo uno de los personajes con más carisma y aceptación popular. Del lado positivo, AMLO es un político intuitivo de gran creatividad, es relativamente efectivo (generando resultados para cuatro horas en una jornada de ocho horas), con mediana actitud de servicio público (habla con el lenguaje de la gente, dice lo que la gente quiere escuchar), tiene una sensibilidad casi femenina (se maneja con el apellido de su madre Obrador), se autodenomina defensor de los más pobres y de los ancianos. AMLO es inseguro, fácilmente se siente amenazado por aquellos que considera mejores que él, se autocalifica como víctima cada vez que alguien le señala un error, abuso, corruptela o cualquier mala conducta, prefiere alejarse de aquellos que difieren de sus decisiones o posturas, es una persona obcecada (cuando se le mete una idea en la cabeza, es difícil que cambie de parecer), puede ser muy autoritario, empujando que se haga su voluntad cueste lo que cueste, piensa que una idea es complicada cuando no la entiende, sospechando que es un truco de sus enemigos para hacerlo quedar mal o arrebatarle su autonomía de decisión, prefiere la mentira siempre y cuando ésta suene mejor que la verdad.

La pregunta que todos nos hacemos es ¿quién va a ser el próximo presidente?, ¿tendrá un alta capacidad intelectual o una baja?, ¿vendrá de los partidos tradicionales o será un independiente?,… Históricamente los líderes de bajo CI han preferido la demagogia al buen gobierno y, claro, no necesariamente los presidentes más capaces y preparados han sido los más honestos.

Hoy en día, la luz que brilla al final del túnel es que el próximo presidente pueda ser un candidato independiente que reúna lo necesario para alejarnos del círculo vicioso de la corrupción-violencia- impunidad-mal gobierno… Pero, los partidos políticos, en especial el PRI, ya están tratando de restringir las oportunidades de los independientes para llegar al poder, empujando al INE a censurar el uso de las redes sociales como medio de comunicación y difusión política, coartando al único medio disponible para que los independientes puedan llegar e informar a la gente fuera de los medios de comunicación ya establecidos y capturados por los contratos millonarios de los partidos.

Imagínense queridos lectores, sin redes sociales el bronco no sería gobernador independiente de Nuevo León, Pedro Kumamoto no sería diputado independiente de Jalisco, Enrique Alfaro no hubiera podido romper con el bipartidismo de Jalisco y constituirse como el alcalde de la segunda ciudad más importante del país, los diputados ciudadanos no podrían informarnos sobre los abusos, ineficiencias, malas decisiones y corruptelas de los partidos tradicionales.

Hay que presionar y luchar porque el INE no cierre la redes sociales como medio de comunicación y debate político libre e independiente, pues esto evitaría que en el 2018 los mexicanos tuviéramos la oportunidad de (1) tener un presidente independiente sin compromisos con la partidocracia y (2) ser gobernados un poco mejor de lo que nos merecemos.

jueves, julio 13, 2017

La singularidad y el futuro

Mantengo contacto con varios de mis compañeros de primaria y secundaria de los años 50 del Colegio Williams, juntándonos a comer una vez al mes y manteniéndonos en comunicación a través de correos electrónicos y WhatsApp. Recientemente uno de ellos reenvió un mensaje en donde mencionaba las tendencias de la tecnología y de cómo iba a ser el futuro en las próximas décadas. Por supuesto, muchos de nosotros lo leímos con interés, pues varios pensamos en los adelantos médicos que podrían aliviar varias de nuestras dolencias que se multiplican conforme envejecemos, y también, porque no decirlo, que podrían alargar nuestra vida con buena salud… Así es mi querido lector, también se sueña a los 70-y-tantos-años de edad.


Nuestra concepción del mundo ha venido cambiando desde la primera guerra mundial hasta nuestros días. La primera gran revolución tecnológica tuvo que ver con la energía, lo que podríamos llamar la era del carbón, fuente que alimentó los ferrocarriles y potenció la Primera Guerra Mundial. La segunda gran revolución tecnológica tuvo que ver, en buena parte, con el cambio del carbón a los hidrocarburos, fuente que permitió la aviación, potenció la segunda guerra mundial e hizo posible la llegada a la luna. La tercera gran revolución tecnológica del siglo XX fue el cambio de la energía como el principal motor del progreso a los datos e informática como el cuarto de máquinas de la sociedad post-industrial.

Ahora estamos viviendo un mundo muy diferente a los emanados de la Primera y Segunda Guerra Mundial. En efecto, las producciones industrial, agropecuaria y minera eran las actividades que generaban el progreso y la riqueza durante la mayor parte del siglo XX. Sin embargo, desde los 90 hasta la fecha, las actividades dedicadas al manejo de los datos e información mediante sistemas inteligentes han ido creciendo en importancia al punto de que, hoy en día, son más valiosas que las propias empresas productivas.

Empresas que no crean bienes, sino que tan solo permiten al consumidor obtener el bien o servicio de la manera más fácil, rápida y económica son más importantes que las industrias productivas. La compañía General Motors emplea a 200 mil trabajadores y está valuada en 50 mil millones de dólares, mientras que Uber – quien no tiene ni produce vehículos – emplea a menos de 7 mil trabajadores y está valuada en 60 mil millones de dólares. La cadena de Hoteles Marriott da empleo a 300 mil trabajadores y está valuada en 30 mil millones de dólares, mientras que la empresa Airbnb –que no tiene ni un solo hotel– emplea solamente a 2 mil trabajadores, pero tiene la misma valuación de 30 mil millones de dólares.

Por otro lado, la contribución del sector financiero al Producto Interno Bruto ha ido creciendo al punto de rebasar la contribución del sector productivo, lo cual indica que algo marcha mal en la economía. El sector financiero no produce nada real, sino tan sólo refleja el valor de la producción de la economía… el valor de los medios financieros tiene que reflejar el valor real de la producción, no rebasarlo. A partir de la desregulación en Estados Unidos se crearon nuevos instrumentos que, en lugar de añadir valor, inflaban la burbuja de los instrumentos ya existentes; en otras palabras, los especuladores financieros crearon situaciones ficticias sin respaldo en la producción real, ganando millonadas en el proceso y despojando de sus ahorros y fondos de retiros a millones de familias. 

Los grandes capitales y la gente más rica no están a asociados a capitanes de industria ni a las actividades productivas, sino están asociados a las actividades especulativas y con aquellos que especulan con el esfuerzo, ideas y trabajo de los demás. Los hombres más ricos del planeta no son los que trabajan más y crean, sino aquellos que se mantienen al margen especulando con el dinero ajeno; o sea, podríamos calificar a muchos de los ricos del siglo XXI como parásitos del sistema. Esa gente improductiva, especialmente en el sector financiero –que se dedica a especular con el esfuerzo ajeno– son los que han creado las últimas crisis hipotecarias y bancarias.

En las últimas tres décadas la participación en el PIB de los ingresos y salarios de los trabajadores ha venido declinando, mientras que el porcentaje de las ganancias de las empresas en el PIB ha venido aumentando. Asimismo, la participación de los ingresos de la mano de obra menos calificada en el total de los ingresos al trabajo ha venido decreciendo a favor de los trabajadores más calificados. La clase media ha venido disminuyendo gradualmente, mientras que la clase de menores ingresos ha ido en aumento.

Las tendencias de las últimas tres décadas van hacia pagar cada vez mejor las actividades inteligentes, aquellas intensivas en capital humano (sistemas automatizados y robotizados), y a los trabajadores altamente preparados. Estas actividades cada vez emplean menos mano de obra, en especial a los trabajadores de baja calificación, y están asociadas a los cambios tecnológicos en la organización de la producción, el transporte, la distribución y el consumo de los bienes y servicios que la economía produce. Estos cambios tecnológicos que se han venido acelerando apuntan hacia una gran y singular transformación a partir de la cual el mundo y nuestra vida serán totalmente diferentes.

Aun cuando es difícil explicar la evolución de las grandes transformaciones en la sociedad humana, parece ser que estas ocurren en el tiempo con un patrón predecible; en efecto, cada gran cambio parece producirse en un intervalo cada vez menor, casi a la mitad del intervalo anterior.

  1. Hace 40,000 años los humanos modernos salieron de África a colonizar el planeta;
  2. Hace 20,000 años se inventó el arco y la flecha, revolucionando la cacería y extendiendo la esperanza de vida;
  3. Hace 10,000 años se creó la agricultura, permitiendo los primeros asentamientos y sembrando los principios de la civilización;
  4. Hace 5000 años se inventó la escritura, surgiendo las primeras civilizaciones sofisticadas como las de Egipto y Sumeria;
  5. Hace 2500 años se desarrolla la Era Axial, considerada por muchos la línea divisoria más profunda de la historia, donde los chinos crean las primeras herramientas del cálculo moderno, en la india se concibe el concepto del cero, los griegos inventan la democracia y asientan las bases del arte, la ciencia y la filosofía occidental;
  6. Hace 1250 años cae el imperio romano y se inicia la edad medieval;
  7. Hace 625 años se inicia el renacimiento, Colón descubre América, España y Portugal acuerdan como repartirse el mundo;
  8. A finales del siglo XVIII se inicia la revolución industrial y en el siglo XX se presentan las dos guerras mundiales;
  9. Así llegamos a los principios del siglo XXI con la creación de las computadoras personales y la red global, en donde la edad de la información, era digital o informática es la que cada vez más marca el rumbo del progreso humano.

¿Cuál será la siguiente transformación histórica? Este cambio se estima está cercano, pensando que podría producirse alrededor del año 2030… Los futurólogos consideran a este gran cambio por venir como uno de los más importantes de nuestra historia, un evento en lo que todo convergerá, creándose algo nuevo y radical … a éste singular evento se le ha denominado el Punto Omega, algo increíble y totalmente diferente a lo que existía hasta ese momento.

La fuente de esta gran transformación está asociada a la inteligencia artificial, lo que algunos consideran tan importante como el momento mismo de la creación de la vida humana; esto es, la creación de una tecnología más inteligente que el ser humano, una tecnología capaz de auto reproducirse… Momento en el cual –algunos pensadores temen– el ser humano pierde la carrera de la evolución, dejando de ser el ser supremo sobre la faz de la tierra.

Sin embargo, hablar de lo que va a ser el mundo después de la singularidad es una paradoja, pues solamente sabemos que se va a presentar, pero no sabemos cómo va a ser. Se llama singularidad precisamente porque la sociedad cambia tanto sus reglas, conductas y tecnologías que resultan incomprensibles para las generaciones previas. La singularidad es un punto de no regreso en la historia, es algo así cómo aparecería el Internet para un hombre de la edad media, difícilmente lo entendería; los marcos de referencia son tan diferentes que sería imposible explicarle lo que el Internet significa para el comercio, comunicación y el acceso a la información. La singularidad es como un enorme muro que separa tiempos y modos de pensar y actuar totalmente diferentes, algo así como el muro que separa a la edad media del siglo XXI.

¿Qué es lo que este gran cambio significa para nosotros hoy en día? Probablemente la lección más importante es que el trabajo manual, no calificado cada vez valdrá menos. Las principales y más redituables actividades humanas estarán relacionadas con trabajos creativos e intelectuales. Lo mejor que podemos hacer como padres y abuelos es estimular y presionar a nuestros hijos y nietos para que estudien y sean creativos.

La historia muestra una constante: la evolución del conocimiento no da señales de detenerse, sino continúa acelerándose. Así es que la conclusión de este breve ensayo es:

¡A PREPARARSE señoras y señores, chiquillas y chiquillos! 

La recomendación para mis compañeros de la cuarta juventud es sigamos el consejo de René Descartes:

con gusto daría la mitad de lo que sé por la mitad de lo que ignoro.”