domingo, julio 29, 2018

¿Es el liberalismo el causante de los triunfos populistas?

La mayoría de los analistas concuerdan en que la sociedad occidental se encuentra en una encrucijada: descontento creciente con los gobiernos liberales y fortalecimiento de los movimientos populistas de oposición, tanto de derecha como de izquierda. Los críticos del liberalismo citan varias razones, entre ellas:
  1. algunos consideran que las políticas económicas liberales son la causa de la concentración de la riqueza y del estancamiento de las clases medias;
  2. otros arguyen que 60 años de individualismo radical y de meritocracias económicas crearon una sociedad dividida, resentida y descontenta, y
  3. otros más aseguran que las principales fallas fueron los principios fundamentales del liberalismo, en donde el concepto de libertad individual se hizo prevalecer sobre los valores religiosos, familiares, comunitarios y sociales.

Esta nota pretende examinar someramente en que cosas acertó y en cuáles falló el liberalismo, así como revisar si estamos viendo el final del liberalismo como forma de expresión político-económica.

Empecemos, el liberalismo ha sido una de las doctrinas más exitosas de los últimos 400 años y está basada en la libertad individual, la iniciativa privada, la igualdad ante la ley, la no intervención del Estado y los poderes públicos en la vida social, económica y cultural. El liberalismo ha tenido manifestaciones filosóficas, sociales, culturales, políticas y económicas. El inglés John Locke fue el primer pensador en desarrollar la filosofía liberal en el siglo XVII, incluido el derecho a la propiedad privada y al consentimiento de los gobernados.

Hoy en día, el concepto de liberalismo es una noción canasta “catch all” que recoge diversas corrientes de esta doctrina. Sin embargo, hay una manifestación predominante del liberalismo: cuando la gente habla de liberalismo generalmente se refieren al liberalismo político-económico. Un partido político es liberal o neoliberal cuando propone el modelo liberal para la economía, o sea, el libre funcionamiento de los mercados, la libre competencia, la libertad de movimiento, el libre comercio, la propiedad privada, la no intervención estatal en los mercados y un mínimo de regulación. Generalmente el modelo económico liberal se da en las democracias, lo que algunos han llamado el “capitalismo democrático”, donde el sector privado controla los mercados, hay responsabilidad fiscal y un ethos liberal que promueve el pluralismo.

En la esfera político-económica, en un extremo está el liberalismo tradicional o clásico generalmente asociado a Thomas Hobbes y John Locke, y en el otro está el liberalismo social demócrata asociado a las ideas democráticas que los estadounidenses popularizaron con su “Américan Way of Life,” y la filosofía política del Partido Demócrata. El liberalismo clásico celebra el libre mercado, los gobiernos representativos, la no intervención y un mínimo de regulaciones estatales, mientras que el liberalismo demócrata celebra los derechos civiles y un mayor número de regulaciones en favor de los menos favorecidos por el sistema.

Lo que une al pensamiento liberal en sus diferentes manifestaciones es la noción de que las cosas estarán mejor en un ambiente de libertad, en donde el individuo pueda tomar sus decisiones en libertad, elegir libremente a sus gobernantes y disfrutar su propiedad privada adquirida por su trabajo e ingenio. Esta idea se basa en los tres derechos naturales de John Locke: vida, libertad y propiedad privada.

Vale la pena mencionar que, desde su concepción, el liberalismo ha tenido muchos logros, en especial al término de la Guerra Fría, trayendo importantes beneficios, tales como: a) el afianzamiento de los regímenes democráticos y la libertad de expresión, b) el derecho al voto de las mujeres, c) la tolerancia social a la diversidad, d) el crecimiento económico continuado y sustentado en la libre decisión de millones de individuos, e) la disminución de la pobreza de cientos de millones de personas gracias a la globalización, etcétera. Sus logros no están a debate, lo que está bajo la lupa al momento son sus fracasos, las fallas que han llevado al fortalecimiento de los movimientos populistas y autocráticos.

El marco liberal en la esfera económica-política se expresa con relación a los derechos individuales y económicos con base en:
  • la autonomía personal,
  • el gobierno representativo,
  • la libre circulación de bienes y personas,
  • el libre desarrollo tecnológico,
  • la economía de mercado y
  • un mínimo de regulaciones.
Sin embargo, sus críticos consideran que la supuesta igualdad de oportunidades ha producido una meritocracia, y que la supuesta democracia ha degenerado en un teatro del absurdo en donde los votos no van para los mejores sino para los políticos que más prometen. En el campo económico, la riqueza ha sido acaparada de manera creciente por los líderes corporativos y los dueños del capital, convirtiendo al resto de la gente en consumidores cautivos de sus propios deseos. En el campo político, los votantes han terminado por convertirse en borregos que buscan la gratificación instantánea más que el crecimiento individual y social. Finalmente, los avances tecnológicos han venido reduciendo implacablemente los espacios laborales al trabajo sin sentido.

Dentro de los principales críticos de liberalismo, destaca el profesor de la Universidad de Yale, Patrick Dennen –quien escribió el popular libro “Por qué fracasó el liberalismo” (Why Liberalism Failed)– después de calificar al liberalismo “como la idea más exitosa de los últimos 400 años” procede a explicar porque el liberalismo fracasó. Dennen sostiene que la democracia liberal traicionó sus promesas, tales como:
  • promover la igualdad, pero creó mayor desigualdad y una nueva aristocracia;
  • dar a la gente mayor control sobre el gobierno, pero alienó a la mayoría de la gente contra el gobierno;
  • promover la libertad, pero relegó a los individuos a consumidores esclavos de sus apetitos.
El liberalismo, dice Dennen, en la búsqueda por la satisfacción individual y la satisfacción personal, promovió el egoísmo desmedido sacrificando los valores morales, espirituales, religiosos, familiares y comunitarios. Pero, hay una falacia en la argumentación de Dennen, puesto que se refiere al liberalismo como un todo, siendo que hay diferentes expresiones: no todos los liberalismos son culpables, hay uno en particular que es responsable, el liberalismo político-económico.

La crisis financiera del 2008 probablemente fue el detonador de la crisis del modelo económico liberal; la crisis del 2008 fue mayor y más profunda que la crisis de 1929. Los salarios reales en Inglaterra todavía se encuentran por debajo de los niveles anteriores a la crisis, el PIB per cápita de varios países europeos se encuentra por debajo de los niveles precrisis, y el PIB total de Grecia está casi 25% por debajo del nivel precrisis.

Las clases medias y los pobres cargaron con el mayor costo de la crisis, mientras que los ricos sufrieron poco; o sea, las ganancias se privatizaron y las pérdidas se socializaron. Probablemente dicha crisis y el desempleo que causó fue el catalizador específico que promovió el enojo de los votantes hacia las políticas adoptadas por los partidos tradicionales.

En efecto, la importancia de las economías democráticas y liberales en el contexto mundial se ha venido debilitando. De acuerdo con Bloomberg Economics, en el grupo G20 (las 20 economías de mayor tamaño), los países democráticos con economías de mercado solamente contribuyeron en el 2017 con el 32% del PIB, lo que contrasta con el 83% que aportaban en el 2007, un año antes de la crisis financiera. En el mismo periodo, la contribución al PIB de los países con regímenes populistas aumentó del 4% en el 2007 al 41% en el 2017. Esta tendencia se sigue fortaleciendo, sobre todo ahora que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales en México.

Acompañando a las economías de mercado y al libre comercio, la globalización dio lugar al nacimiento de los superpoderes privados, como Google, FaceBook, Amazon, Uber, y Airbnb. Poderes privados tan globales y tan transnacionales que son omnipresentes, están en todos lados sin presencia física en ninguno. Por ejemplo, durante el 2014, Facebook pagó tan solo 4.237 libras de impuesto en el Reino Unido, menos de lo que cotiza un trabajador, mientras que repartía suculentos bonos a sus directivos.

Mientras todo esto venía sucediendo, se estaba produciendo el fenómeno de la visibilidad global en donde los pobres por primera vez podían ver cómo vivían los ricos y los super ricos, lo que no era posible hasta el advenimiento de la revolución tecnológica en las comunicaciones y el Internet. Antes, el pobre en su choza no tenía ni idea de cómo vivía el rico en su castillo y a la inversa. Este fenómeno de la visibilidad alimentó y sigue alimentando el resentimiento y el enojo social. Mucha gente, no solamente en México, sino en otros países empezó a pensar que el liberalismo económico había generado una nueva oligarquía, una tecnocracia o meritocracia basada en el dinero, los privilegios, la corrupción y la impunidad.

Nada más hay que pensar, querido lector, que cerca de dos mil jets y helicópteros privados transportaron al Foro Económico Mundial de Davos en Suiza a líderes empresariales, financieros y de gobiernos para analizar los principales retos y oportunidades geopolíticas, económicas y sociales en el mundo; o sea, los principales beneficiarios de la creciente desigualdad son quienes están decidiendo el rumbo de la economía internacional para los próximos años.

La principal respuesta política al fracaso del liberalismo ha sido el fortalecimiento del populismo nacionalista y proteccionista, ya sea de derecha o izquierda. Es una respuesta antiliberal y antidemocrática siempre y cuando fortalece la intervención gubernamental en los mercados, y la separación horizontal (dentro del país) y vertical (entre los países) de “ellos contra nosotros”.

Dani Rodrik, destacado economista de Harvard, nos dice en su libro “La paradoja de la globalización” que debemos elegir dos de entre tres conceptos: globalización económica, democracia política o soberanía nacional, puesto que no es posible tener los tres simultáneamente. A esta premisa se le denomina “el trilema de Rodrik”. De tal manera que podemos aspirar a:
  1. tener hiper-globalización y soberanía bajo una élite tecnócrata, olvidándonos de la democracia, o
  2. tener hiper-globalización y democracia bajo un gobierno mundial, olvidándonos de la soberanía nacional, o
  3. mantener nuestra democracia y soberanía bajo un gobierno mayoritario, olvidándonos de los beneficios de la globalización, sin integrarnos al mundo y encerrados en nuestra autarquía.
El planteamiento de Rodrik en el terreno político y económico es realmente sugerente. Manifestaciones del trilema lo vemos en el manejo proteccionista y nacionalista de Estados Unidos bajo la administración Trump, también en el llamado Brexit en Gran Bretaña, en el movimiento independentista de Cataluña, y en diversos gobiernos populistas y autoritarios, Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y ahora en México.

El trilema de Rodrik no es determinista, solamente provocativo de la necesidad de encontrar un equilibrio inteligente y sostenible entre la integración económica con el resto del mundo, la soberanía nacional y el respeto a las preferencias de la sociedad… ni más ni menos.

¿En realidad falló el liberalismo? Creo que esta es la pregunta clave. Pienso que el liberalismo como economía política no falló, quienes fracasaron fueron aquellos que se decían liberales pero que lo dejaron de ser tan pronto llegaron al poder desde la oposición al poder absolutista, a la dictadura de Estado, al Estado socialista, y a los gobiernos estatizantes e intervencionistas. Estos políticos pseudo liberales –frecuentemente calificados como neoliberales– que, una vez llegados al poder, trataron de justificar su permanencia fortaleciéndose política y económicamente a través de medidas conducentes a la concentración de la riqueza en favor de ellos y sus simpatizantes.

Estos neoliberales o pseudo liberales que dejaron de ser oposición para convertirse en el poder institucional y político, que siguieron enarbolando las banderas de la democracia y la economía de mercado, al abandonar la búsqueda de lo que probablemente era lo más importante de la filosofía liberal, la eliminación continua de los viejos males sociales y los nuevos males que vinieran apareciendo, uno de los cuales era la constante depauperización de los trabajadores y los grupos marginales.

Las políticas económicas liberales permitieron a los países crecer, si no a las tasas a las que hubieran podido crecer, por lo menos tuvieron un crecimiento positivo que permitía que se siguieran creando empleos y fortaleciendo las clases medias. El problema es que ese liberalismo dejó de serlo en el momento que esos políticos neoliberales trataron de sesgar los beneficios económicos en su favor, a favor de – como dice nuestro ilustrado presidente electo, Andrés Manuel López Obrador– “la mafia en el poder”. En otras palabras, los neoliberales dejaron de ser liberales al constituirse en gobierno y abandonar la filosofía política basada en que “el individuo tiene el derecho de decidir sobre las cuestiones importantes acerca de su propia vida, pero no puede violar ese mismo derecho de otros.”

La legítima preocupación de la gente para evitar los males sociales, como continuar favoreciendo a los grandes capitales, líderes corporativos y a aquellos cercanos al poder, se refleja en el fortalecimiento de los movimientos de oposición tradicionales como el socialismo y el populismo, que cuando llegan al poder son seguidos por grupos de oposición liberal o neoliberal. En efecto, cada reforma trae su contrarreforma, cada revolución trae su contrarrevolución, cada ideología trae su contra ideología, y cada gobierno liberal genera su oposición antiliberal.

A mi manera de ver, ninguna filosofía política, social y económica es mala en sí, lo que sucede es que deja de ser buena en el momento que abandona el principio fundamental de servir al mayor número de personas, o sea, cuando claudica en la búsqueda del objetivo de buscar la igualdad de oportunidades, no la de distribuir democráticamente la pobreza, sino de dar acceso al mayor número de gente a la abundancia.

Cabe parafrasear al economista italiano Vilfredo Pareto: “Buscar aquellas medidas que beneficien al mayor número de personas, encontrando soluciones en las cuales aquellos que ganan pueden compensar a los que pierden y aún estar ambos grupos en mejor situación que antes del cambio”. Lo que ha pasado con estos gobiernos, ya sean socialistas, intervencionistas, o neoliberales, es que la compensación a los que pierden nunca se lleva a cabo.

Ahora que los liberales son oposición, requieren aprender de sus errores, tienen que ser autocríticos. Requieren la pasión del liberal para alcanzar nuevamente la responsabilidad de dirigir los destinos del País; el antiliberalismo es el mejor incentivo para lograr un buen liberalismo.

Parafraseando –lejanamente– a Winston Churchill, “el liberalismo tiene muchos problemas, es fácilmente secuestrado por los corruptos o los políticos sin escrúpulos, ha contribuido a la desigualdad, pero a pesar de todo, el liberalismo sigue siendo el mejor modelo económico-político del que disponemos.”

Ahora, ¿qué piensas tú querido lector?

domingo, julio 08, 2018

AMLO y México: rumbos impredecibles

Estamos viviendo tiempos interesantes, especialmente porque no sabemos el rumbo que tomaran las cosas. A Trump se le puede predecir que siga siendo populista de derecha, fascista, racista y mentiroso, mientras que a AMLO se le puede predecir poco, porque cambia a menudo de parecer según las circunstancias.

Al igual que a ti querido lector, no sé qué vaya a pasar con esta nueva administración, pero como típico político que AMLO ha sido y por fortuna –para los mexicanos– continúa siendo, parece que está cambiando de dirección ahora que se siente seguro de ocupar la silla presidencial. Veamos alguno cambios de dirección de AMLO en menos de una semana de ganar las elecciones:
  1. Prefiere invitar a Donald Trump a su toma de posesión que al revoltoso de maduro.
  2. Va a mantener el IVA al mismo nivel actual y dudosamente lo reducirá a la mitad como en alguna ocasión prometió.
  3. El precio de la gasolina no va a bajar se va a mantener en términos reales porque continuará la fórmula actual, lo que significa que los mexicanos seguiremos pagando la gasolina más cara que en Texas.
  4. Lo más probable que el nuevo aeropuerto continúe, ya que entendió que es el único lugar adecuado por consideraciones aire-tierra, volumen de demanda y a que el financiamiento no proviene de los ingresos fiscales sino del cobro del TUA (tarifa única aeroportuaria).
  5. La autosuficiencia alimentaria seguramente se abandonará una vez que entienda que esas mismas tierras en México son de menor productividad en la producción de granos que en tierras similares en los Estados Unidos, pero que son de mayor productividad para hortalizas que en los Estados Unidos.
  6. La construcción de dos nuevas refinerías probablemente no proceda cuando se tope con la dura realidad de que no va haber empresarios e inversionistas privados interesados.
  7. El avión presidencial ya no se va a vender, porque comprende que nadie le pagaría lo que costó, aparte de que un presidente no puede estar sujeto a los cambios y demoras de las líneas comerciales.
  8. Antes no a la legalización de la marihuana, y ahora probablemente sí.
  9. Prometió en campaña que los soldados regresarían a sus cuarteles, ahora su secretario de seguridad habla que será en tres años.
En cuestión de días, sus colaboradores propuestos para Hacienda, Gobernación y Seguridad echaron abajo varias de sus propuestas de campaña, lo que hace pensar que estas nunca fueron ciertas. Seguramente muchos de sus votantes sabían o sospechaban que dichas promesas eran irreales, pero votaron por él por hartazgo, porque ya estaban hasta el gorro con el PRI y el PAN. El candidato del PRI no ganó en ningún estado, “el enojo supero al miedo”, apunta mi amigo Carlos. Para los partidos tradicionales la carnicería fue enorme, viéndose desplazados por un movimiento que apenas se está constituyendo como partido. Las implicaciones de este desplazamiento deben atenderse, pues los contrapesos de sus rivales, al haberse debilitado, requieren crearse en otros ámbitos.

En fin, poco a poco AMLO y su equipo se van a ir topando con el México real y tendrán que enderezar el rumbo, lo que hará que sigan cayendo o desapareciendo las propuestas de campaña. Por eso y mucho más, es posible afirmar que “la mentira es el alma inmortal del populismo”.

Era de esperar que con la llegada al poder con un 53% del voto y absoluta mayoría en ambas cámaras del Congreso, AMLO empezará a cambiar su discurso de campaña y, entre otros cambios, enfatiza ahora que “quiero pasar a la historia como un buen presidente.” Ya no se trata de ganar simpatías con frases pegajosas y chascarrillos, sino buscar consensos con otros grupos de poder, los poderes legislativo y judicial, actuando con cordura, civilidad, pragmatismo, institucionalidad y perspicacia. O sea, esta buscando ser el presidente de todos los mexicanos.

Andrés Manuel busca hacer historia con su cuarta transformación del país, y así cumplir su anhelo de ser un buen presidente, refiriéndose a las tres transformaciones anteriores como la de Miguel Hidalgo en la Independencia, Juárez en la Reforma, y Madero en la Revolución. La cuarta transformación, en principio, se basa en cambiar el modelo neoliberal de desarrollo que se ha seguido desde los años ochenta, economía abierta con un Estado poco intervencionista, modelo que ha brindado estabilidad macroeconómica, pero con bajos crecimientos anuales y una mayor concentración del ingreso. El modelo que propone AMLO tendría un Estado más interventor, así como, un mayor gasto social para abatir la desigualdad y pobreza, aumentando el gasto público con el compromiso de no subir los impuestos, ni endeudarse más.

El objetivo de esta cuarta transformación es hacer de México un país más democrático, más incluyente, menos desigual y lograr un mayor crecimiento económico sin perder la estabilidad financiera. El modelo establece que los recursos para financiar este mayor gasto social provendrían de la erradicación de la corrupción, centralizando las compras federales para abatir costos. Por otra parte, varias medidas de austeridad gubernamental aumentarían los recursos, tales como reducir a la mitad los sueldos y salarios de los funcionarios federales de mayor nivel. Sin embargo, los números no cuadran, por lo que difícilmente van a alcanzar los recursos con estas medidas para financiar el aumento en el gasto social, al menos de que se aumenten los impuestos, contraigan más deuda o financien el gasto de manera deficitaria.

Por otro lado, tengo seguridad de que varias de sus propuestas e ideología de centroizquierda van a afectar la dirección y marcha de la economía, así como la del Estado y sus instituciones. De que vamos a tener un gobierno más intervencionista, eso no me cabe ni la menor duda, así como de que probablemente vayamos a crecer a un menor ritmo. Consideremos los cinco puntos siguientes:
  1. La descentralización de las secretarías a diferentes estados del país será una verdadera catástrofe, porque sus funciones no dependen de donde se encuentren sino de la capacidad de sus funcionarios. Muchos de estos funcionarios no van a acompañar a otros estados a sus secretarías, lo que requeriría la contratación y preparación de nuevo personal que probablemente no tenga la misma calificación que el existente.
  2. La corrupción disminuirá, no sé qué tan importante sea la disminución, pero me temo que no será lo suficiente como para poder generar los recursos necesarios para financiar el aumento en el gasto social sin incremento en los impuestos y la deuda.
  3. En cuanto a educación, me temo que los compromisos con la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) van a reducir la calidad de la educación por las concesiones políticas a los líderes de los maestros revoltosos.
  4. En lo que toca a la economía, temo que va a tratar de influir en el Banco de México para que promueva el crecimiento, afectando su eficiencia para controlar la inflación.
  5. En cuanto al combate a la pobreza, asignar recursos monetarios sin compromisos laborales o de capacitación o de educación van a resultar contraproducentes.
Aun cuando es difícil predecir hacia donde nos va a llevar la próxima Administración de la Esperanza, por lo menos AMLO y su equipo están encauzando a su próximo gobierno hacia hechos y realidades, alejándose de las incumplibles y chifladas promesas de campaña que la gente quería escuchar, pero que serían difícil realizar. No obstante, no hay duda de que el peso relativo del Estado y su orientación social aumentaran, abriendo nuevos desafíos y desequilibrios, así como oportunidades de autoritarismo y abusos de poder, por lo que es momento para que los mexicanos que no votaron por él, y los pensantes que si votaron por él, recordar el antiguo lema romano “Vigilia pretium libertatis” (vigilar es el precio de la libertad).