martes, septiembre 15, 2020

El secuestro del Banco Interamericano de Desarrollo

El sábado 12 de septiembre de 2020, la asamblea de gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en una sesión virtual eligieron, por primera vez en la historia del organismo, a un presidente no latinoamericano, rompiendo con la tradición, desde la creación en 1959 del BID, de elegir a un presidente proveniente de la región. El nombramiento de un estadounidense de origen cubano, no solamente rompe con el acuerdo de caballeros entre Estados Unidos y América Latina de que el director del BID tenía que ser latinoamericano, sino que rompe con el equilibrio de nombrar a un director americano en el Banco Mundial, a uno europeo para el Fondo Monetario Internacional y a un latinoamericano en el BID.



El mandato del nuevo presidente del BID, Mauricio Claver Carone comenzará el 1 de octubre de 2020 y durará cinco años con posibilidad de reelección. Claver Carone fungía como asesor de Donald Trump. Sus orígenes en la política estadounidense fueron los de ser lobista, apoyando las causas de los emigrados cubanos. Claver Carone fue el único candidato que quedaba en la contienda para presidente del banco. Las presiones del gobierno americano fueron tales que los candidatos latinoamericanos se retiraron de la contienda, como la exmandataria costarricense Laura Chinchilla a principios de mes y luego el argentino Gustavo Béliz días antes de la votación. Dieciséis países, representando el 31% del poder de voto del BID se abstuvieron de votar, entre ellos Argentina, Chile, México, Perú y Trinidad Tobago. Claver Carone es el quinto presidente del BID, presidencia que empezó con Felipe Herrera (1960-1971), Antonio Ortiz Mena (1971-1988), Enrique V. Iglesias (1988-2005) y Luis Alberto Moreno (2005-2020).

Te preguntarás, querido lector, por qué le dedico tanto tiempo y espacio a un tema como el de la dirección del Banco Interamericano de Desarrollo, habiendo tantos otros temas relevantes como la situación económica, las débiles perspectivas de crecimiento, la crisis y la realidad alternativa de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, el segundo informe de gobierno, la situación electoral en Estados Unidos y otros temas. La razón es que el BID es el organismo multilateral de desarrollo más importante para América Latina y el Caribe. El BID presta alrededor de 13,000 millones de dólares cada año y se espera que su importancia para la región en los próximos años crecerá, dada la recesión tan importante que América Latina está enfrentando. En efecto, el FMI está pronosticando una recesión cercana al -10% del PIB regional. También jugará un papel vital para la reconstrucción de Venezuela cuando haya cambio de gobierno en ese país.

El gobierno de Donald Trump busca fortalecer el posicionamiento estadounidense en América Latina y el Caribe, contrarrestando la influencia China. La mayoría de los países latinoamericanos mantienen una estrecha relación con Estados Unidos, pero la presencia e influencia china, junto con sus inversiones, cada vez son más importantes. Varios asesores de la Casa Blanca han subrayado la necesidad de que Estados Unidos mantenga su hegemonía en el hemisferio occidental, lo que implica jugar el papel de balanceador en América Latina, manteniendo su liderazgo. Si Estados Unidos mantiene influencias determinantes en varias partes del mundo, en especial en América Latina, esto le dará mayor poder de negociación para evitar el surgimiento o fortalecimiento de un país hegemónico regional. En efecto, después del éxito de Putin de mantener a Bashar al Asad en Siria, el más viejo aliado de Rusia en el Mediterráneo, permitir un mayor empoderamiento de China en América Latina le costaría credibilidad, prestigio e imagen a Estados Unidos, pero sobre todo le traería una derrota geopolítica de difícil aceptación.

La propuesta para presidente del Banco Interamericano de Desarrollo de un ultra derechista cubano estadounidense es una demostración de fuerza de Trump. Claro, hay que reconocer que tal propuesta contó con el apoyo de importantes países latinoamericanos como Brasil y Colombia. Varios países latinoamericanos expresaron su desacuerdo: Argentina Chile, México y Costa Rica. Seis expresidentes hicieron una declaración conjunta a finales de agosto oponiéndose al candidato cubano-americano, tales como Fernando Enrique Cardoso (Brasil, 1995-2002), Ernesto Zedillo (México, 1994-2000), Felipe González (España, 1982-1996), Ricardo Lagos (Chile, 2000-2006), Juan Manuel Santos (Colombia, 2010-2018) y Julio María Sanguinetti (Uruguay, 1985-1990 y 1995-2000). En la declaración conjunta, los expresidentes acusaron a Donald Trump de imponer a su candidato, señalando que tal propuesta constituía una “agresión a la dignidad latinoamericana”.

La imposición de un ultraderechista a la dirección del BID no solamente contribuye a la incertidumbre regional, sino que añade un nuevo elemento a la explosiva mezcla de la gravísima crisis socioeconómica empeorada por la pandemia del Covid 19: la reducción de financiamiento internacional a programas de desarrollo en favor de proyectos e intereses de grupos políticos favorables a Estados Unidos.

Considerando que las consecuencias de la pandemia se reflejarán en gobiernos más intervencionistas con políticas más rígidas con la justificación de servir al bien mayor. Varias áreas libres van a experimentar una reducción en la libertad de sus acciones. Las políticas liberales y neoliberales van a experimentar mayor intervención gubernamental, sufriendo el principio liberal de que es positivo para la libertad y bienestar individual la reducción progresiva del gobierno.

La falta de apoyo financiero al desarrollo integral, beneficiando a grupos y proyectos populistas de derecha, junto con gobiernos más intervencionistas, contribuirá a aumentar el grado de incertidumbre, violencia y agresividad en conflictos políticos internos. La conjugación en los estados casi-fallidos de la pandemia y el sesgo de las fuentes de financiamiento hacia los grupos favorables a los intereses estadounidenses acrecentará el caos, el desorden y la reducción en la capacidad de gobernar, haciendo a los países de América Latina y el Caribe más inciertos, vulnerables y peligrosos. Qué pena que los gobiernos de América Latina y el Caribe no actuaron en defensa de los intereses de sus connacionales, sino apoyaron los intereses del presidente estadounidense que más mal ha tratado a los latinoamericanos.


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