Yo veo tres grandes mensajes de las elecciones presidenciales del 2012:
- El electorado mexicano ha empezado a castigar a los partidos en el poder cuando no cumplen sus promesas y hacen las cosas mal.
- Los votantes están perdiendo la paciencia de que no se resuelva el principal problema del país el de la pobreza y la desigualdad.
- México ya no vive en los tiempos de una dictadura perfecta, sino en tiempos de una democracia imperfecta.
Primer mensaje: ¡SI NO CUMPLES TE ME VAS!
El PAN heredó un modelo de
crecimiento que favorece al sector externo sobre el mercado interno.
Efectivamente hubo un cambio de poder, pero las dos administraciones panistas
sólo se dedicaron a administrar la estabilidad económica, fiscal y comercial.
Las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón consolidaron una economía
con un sector externo flexible y un tipo de cambio de rápido ajuste permitiendo
que los shocks externos se resolvieran a través de los rápidos ajustes en el
mercado de divisas sin que esto se transmitiera al resto de la economía.
La derrota
del PAN se debió al voto de castigo de la sociedad civil al no haber cumplido
los gobiernos panistas de Fox y de Calderón con las promesas de campaña del
crecimiento del 7% al año y la creación de 1 millón de empleos al año, a los
excesos de sus gobernantes y funcionarios, al bajo crecimiento y al aumento de
la pobreza. La alternancia no pudo avanzar en los cambios estructurales. Los
crecimientos promedio de los dos sexenios panistas rondará en 2.2%, equivalente
al comportamiento de la economía durante los últimos 30 años. En el 2000 el 53.6%
de la población (52.7 millones de mexicanos) estaba sumida en la pobreza
patrimonial y en el 2010 51.3% (57.7 millones), en otras palabras hubo una
reducción relativa de 2.3% pero en términos absolutos los pobres aumentaron en
5 millones de mexicanos. Cientos de miles de mexicanos siguieron emigrando a
los Estados Unidos en busca de mejores empleos. Los consumidores en México
seguimos pagando tarifas más altas por electricidad y las telecomunicaciones
que en Estados Unidos y en Canadá. Los últimos dos gobiernos fracasaron en
mejorar el nivel de vida, y de crear más y mejores empleos. No pudieron
aumentar el grado de competencia en los sectores claves del crecimiento tales
como en la electricidad y las telecomunicaciones. También se presentó un fuerte deterioro social como resultado del combate al narcotráfico.
Segundo mensaje: ¡PREFIERO IGUALDAD EN LA POBREZA, QUE DESIGUALDAD EN LA ABUNDANCIA!
Este mensaje implícito en los resultados de
las elecciones es el que más preocupa. El apoyo que se le ha dado a Andrés
Manuel López Obrador, a este polémico e interesante personaje de la política
nacional, es un termómetro del grado de descontento de los mexicanos. Hay que
reconocer que la gente no es tonta, sabe cómo es AMLO, de que es un político
rijoso, manipulador, inculto, enfermo por el poder, que sólo acepta las
victorias y considera las derrotas como complots y conspiraciones en su contra.
El mexicano sabe que es un hombre que se considera ungido por un poder supra
histórico o celestial para salvar al ignorante e infantil pueblo de México. Los
votos a AMLO no son votos de apoyo, si no votos de castigo a los gobiernos en
el poder, a los gobiernos que no han podido resolver los problemas de pobreza y
de falta de oportunidades, y de los que temen u odian al PRI y al PAN. Hace
seis años López Obrador obtuvo 14.8 millones, mientras que este año obtuvo 15.9
millones, un millón de votos más.
El apoyo a
AMLO es una clara advertencia de los mexicanos que menos tienen que si no se
resuelven sus carencias y faltas de oportunidades van a preferir la regresión
democrática y la lucha de las clases auspiciada por AMLO que continuar en la
pobreza. Los que no tienen ahora, y no tienen la esperanza de tener mañana, van
a optar por que nadie tenga, y van a elegir la igualdad aunque sea en la
pobreza.
Tercer mensaje: ¡NO HAY DICTADURA DE PARTIDO, SINO TAN SOLO UNA DEMOCRACIA EN PROCESO!
En suma, cuarenta nueve millones de mexicanos votamos,
un millón de ciudadanos contó los votos, mientras otro millón supervisó las
elecciones. La dictadura perfecta quedó en el pasado, lo que estamos viviendo
ahora es algo más prosaico y normal: una democracia en construcción.
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