México ha sufrido mucho en su historia por el
endeudamiento excesivo. A partir de los 70 empezamos un periodo de
bajos niveles de deuda y buenas perspectivas de crecimiento. Sin embargo, en
los 80, el gobierno de López Portillo nos llevó a altísimos niveles de
deuda superiores al 90% del PIB. Tardamos más de una década en superar la crisis
del sobreendeudamiento externo hasta llegar nuevamente a niveles aceptables.
Los gobiernos de Zedillo y Fox se manejaron con niveles prudentes de
endeudamiento. Sin embargo, a partir del 2007, empezamos una vez más a transitar
el camino tortuoso del sobreendeudamiento, y en el 2013 el endeudamiento se aceleró vertiginosamente. De seguir esta tendencia seguramente vamos a
tener que enfrentar otra crisis de deuda externa en algunos cuantos años
más.
A pesar de que la historia nos informa de los riesgos de tomar el camino
del sobreendeudamiento, parece ser que nuestros gobernantes se empeñan en repetir
los errores del pasado. La deuda bruta aumentó 40.3% del 2006 al 2013, en otras
palabras pasó del 37.8% del PIB en el 2006 al 46.5% en el 2013.
Claro, hay que mencionar que una relación de deuda a PIB del 40% suena
horrible, pero en realidad no es tan preocupante cuando se consideran los
niveles de otros países. El problema no es el pedir prestado, sino como se usan
los ingresos del préstamo. Endeudarse es parte de la vida económica normal de
los individuos y las naciones. Pero, si pedimos prestado para financiar nuestro
consumo, el día de mañana no tendremos ingresos suficientes para mantener ese
nivel de consumo y cubrir el costo de la deuda pasada. Asimismo, cuando los
países piden prestado para financiar sus gastos corrientes, el día de mañana se
acercarán a una crisis de no pago. Eso es lo que nos está sucediendo hoy en
día. En los proyectos de ingresos fiscales y en el presupuesto del gasto para
el 2015 se nota una reducción relativa de la inversión productiva y un aumento en
el gasto destinado a la operación del gobierno.
El otro problema que estamos viendo es la rapidez en que está creciendo
el endeudamiento externo. En el 2013 creció 14.2% y la tendencia es que siga
creciendo a tasas muy superiores a las del crecimiento económico y de los
ingresos fiscales.
La economía mexicana no ha crecido más del 2% al año mientras que el
adeudo del gobierno federal aumentó 21% en lo que va de la presente
administración. Se están agregando 1,430 millones de pesos al día al saldo del
endeudamiento desde que inició el gobierno de EPN. Ese monto equivale al
presupuesto anual de la Comisión Nacional de Derechos Humanos o la mitad de lo
que requiere la Oficina de la Presidencia.
El incremento en la deuda de esta administración es de más del doble al registrado en el mismo periodo de 21 meses al inicio del gobierno de Felipe
Calderón. Al cierre del 2012 la deuda del gobierno representó 37.8% del PIB,
aumentando al 48. 1% al cierre del segundo trimestre de 2014.
Estos aumentos se explican por la pretensión del gobierno de cubrir el boquete fiscal causado por la caída en los precios del petróleo con más deuda.
Claro, es más fácil pedir prestado que reducir el gasto corriente. Al fin de
cuentas son las generaciones futuras las que van a tener que pagar la deuda. La
dificultad está en que cubrir los faltantes fiscales con más deuda es peligroso,
no es más que una bomba de tiempo que pone en peligro la estabilidad
macroeconómica del país. Endeudarse para financiar el gasto corriente es un
riesgo gravísimo para las finanzas públicas y las perspectivas de crecimiento.
Financiar el consumo con préstamos se basa en una expectativa positiva
del mañana: “mañana ganaré más y pagaré mis deudas.” El problema es que muchas
de esas expectativas optimistas generalmente no suceden. Hoy en día estamos
viviendo momentos de altas expectativas pero de pobres resultados, hecho que
debe sugerirle a nuestros gobernantes que las expectativas de un futuro mejor a
la mejor no se realizarán.
El mundo está atravesando una realidad de precios débiles del petróleo y
de cambios en la filosofía de la Reserva Federal de Estados Unidos. Estos
factores pueden llevarnos a menores ingresos por las exportaciones de petróleo,
y al encarecimiento del costo del dinero. El único camino razonable de política
pública es apretarse los cinturones, reduciendo los gastos corrientes y evitando
caer en la tentación de seguir cubriendo los faltantes fiscales con mayor
endeudamiento.
Es peligroso pensar
que para evitar el sacrificio del presente hay que empeñar el bienestar del
mañana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario