
Después de la Segunda Guerra Mundial el primer desafío al liderazgo americano fue el de la Unión Soviética, produciéndose una rivalidad que llevó a la propagación de dictaduras en el tercer mundo. Estados Unidos optó por apoyar a regímenes amistosos independientemente de que fueran democráticos o no. La rivalidad también se manifestó en guerras y conflictos armados como los de Corea, la rebelión húngara, la revolución cubana, Vietnam, la rebelión checa, la guerra civil en Angola, etcétera. La rivalidad de esta Guerra Fría llevó a la URSS y Estados Unidos al borde del enfrentamiento nuclear.
Con el desmembramiento de la URSS y la caída del muro de Berlín, se vino un periodo de incertidumbre con la aparición de nuevos contendientes a la dominación americana, donde la característica más relevante era que dicha rivalidad se producía en diferentes áreas: más de un país empiezan a competir contra Estados Unidos en el comercio, otros países en las finanzas, algunos más en las industrias punteras, etcétera. En paralelo a este desarrollo aparece otro desafío, el terrorismo, fenómeno que gradualmente se profundiza y extiende a casi todos los países del orbe, cobrando una nueva dimensión a partir del 9 de septiembre de 2001, con el atentado terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York.
Ante estas rivalidades con varios países y grupos de naciones entre los que destaca China, la Unión Europea, India, Rusia, México, los países árabes y otros, Estados Unidos en lugar de fortalecer las instituciones internacionales y el multilateralismo, ha optado por el camino individual de “Estás Conmigo o en Contra Mía.” EE.UU. favorece la visión hacia dentro, reconociendo que ya no es el único país que impone las reglas del juego. Claro, al no existir la rivalidad entre sistemas económicos-políticos, desaparece la necesidad del líder del bloque de los países capitalistas.
Ahora lo que existe es la competencia entre países para llegar primero a los mercados y desarrollar los mejores productos. Ahora existe la necesidad de acuerdos internacionales y enfoques multilaterales para luchar contra el terrorismo y el cambio climático, pero Estados Unidos opta por renegar de sus compromisos internacionales, prefiriendo las negociaciones bilaterales en donde puede intimidar con sus fortalezas para lograr mayores concesiones, sin importar las obligaciones internacionales, ni los costos a terceros.
Bajo la administración de Trump, la política de “Estados Unidos Primero” se empieza a pregonar abiertamente sin cortapisas, usando los enfrentamientos y las tácticas intimidantes en todas las manifestaciones internacionales, como el comercio, los compromisos ecológicos, la inversión, las finanzas, la migración, etcétera. La visión es muy cercana al de la autarquía de varios países en el pasado, que sin lugar a duda traerá –como sucedió en los países que cerraron sus fronteras para proteger sus industrias no competitivas– una pérdida de crecimiento, mayor concentración del ingreso, y disminución del bienestar general.
El gradual abandono del liderazgo americano se verá reflejado en todas las áreas de expresión de las naciones, especialmente en el menor crecimiento en el ingreso per cápita y la menor competitividad de las industrias punteras, las del futuro, en Estados Unidos, así como en el aumento en la inseguridad mundial. El costo para los Estados Unidos se verá reflejado en menores ingresos de los trabajadores, mayor desempleo de la mano de obra de baja calificación, mayores costos para los consumidores y menor competitividad en las industrias de nuevas energías, telecomunicaciones, transporte, sistemas digitales y otras.
Desgraciadamente, si algo nos dice la historia, es que ni con canicas ni palitos se le puede explicar a los neo populistas los beneficios de la cooperación internacional y la apertura económica comercial con el resto del mundo.
Seguramente otras administraciones estadounidenses van a ser más favorables a los compromisos internacionales, buscando su reinserción en la comunidad de naciones. Sin embargo, va a ser difícil que Estados Unidos vuelva a ocupar el liderazgo en las áreas políticas, económicas, industriales, financieras, militares, etc. El mundo de mañana verá nuevos líderes, con la gran amenaza de que uno o varios de estos provengan de China, país con un régimen nada democrático. El futuro será caótico, sobre todo para México, América Latina y los países del tercer mundo que sufrirán más la falta de acuerdos internacionales, aumento del terrorismo y los efectos del cambio climático.